¡He explorado las montañas mas tersas
y agrestes, las jóvenes y longevas.
He descubierto regias grutas persas,
¡latinas!... mis encantadoras cuevas.
He navegado por los tibios lagos,
naufragando, saciándome en su agua
con mi remo y mi holgada piragua,
como si Dios me colmase de halagos.
Pero a mi regreso, cuando yacía
solo entre mis sábanas de raso,
cuando abrazaba al inmenso vacío,
cada noche, una voz me decía:
- El sabor de mil mujeres, ¿ es acaso
la cura idónea para tu hastío?
No hay comentarios:
Publicar un comentario